¡Hola!
Después de un tiempo un poco largo vuelvo a la escritura. No es por falta de ganas que no he escrito si no porque he estado con tantos programas que no he podido poner mis ideas de acuerdo para que la redacción tenga sentido. También quería recolectar un poco de información para que el relato tenga precisión, pero si sigo esperando hasta que lea el material técnico, entonces probablemente ya estaré de vuelta y contándoles esto personalmente. Así que, un poco impreciso quizás, pero con todas las ganas de transmitirles un poco de todo lo que se vive desde esta parte del mundo.
Esta vez vamos a hacer un recorrido por la ciudad de Mumbai y las Elephanta Caves (¿cavernas de Elephanta?), unas cavernas que quedan en una isla a una hora de la ciudad. Salimos con Asif y su flamante esposa Hiba hacia la estación de trenes. No sé si es la salida ideal para personas que recién se casan, pero como acá todo es distinto yo ya no juzgo nada. Seguramente se estarán preguntando por qué no es una salida ideal si hay paseo en tren, paseo en barco, y demás... bueno... justamente por eso. Paso a explicar. Los trenees en Mumbai son una cosa de no creer. Recorren los distintos sectores de la ciudad y pasan cada tres minutos. O sea que si uno pierde un tren, no hay problema, espera un ratito y ya viene el que sigue. Una virtud que es necesaria para estar en India es la paciencia. Uno se tiene que acostumbrar a que va a perder no uno sino quizás cinco trenes. Éstos vienen tan llenos de personas que simplemente no entra más gente. Y si uno empuja y se mete al tren, seguramente alguien se está cayendo del otro lado. La gente va colgada de las puertas y por más que pasa uno y otro tren, siempre vienen igual. De dónde sale tanta gente, todavía no revelé ese misterio.
Después de un par de intentos, ahí fuimos, adentro del tren. No creo que Hiba se haya sentido muy bien. Parecíamos sardinas enlatadas, todos hombres menos ella y un viaje de alrededor de una hora. Además, como la gente va descalza, comiendo, o llevando comida y especias, el olor no es lo que yo definiría como agradable. Y cada vez que el tren llega una estación, empiezan todos a los empujones tanto para poder salir, como para poder entrar.
Después de una hora de viaje, que puede haber sido la primera prueba para el matrimonio de mis amigos, llegamos a Church Gate, la estación final en lo que se llama South India, que es donde están todos los edificios históricos. Yo acostumbrado al resto de la ciudad, cuando salí de la terminal y me topo con la sede central de los ferrocarriles de Mumbai, no lo podía creer. Un edificio imponente que inmediatamente me transportó a Londres. Acá es donde vendría la parte de descripción arquitectónica y comparación de estilos, pero no hice mi tarea, así que si se contentan con las fotos, entonces me quedo tranquilo.
Caminamos un par de cuadras y a la izquierda veo un parque enorme y detrás otro edificio gigante al lado de una torre con un reloj que bien podría haber sido el Big Ben. El edificio resultó ser la Universidad de Mumbai. Más adelante vuelvo a estos edificios.
Tomamos un taxi hacia la Gate of India, la entrada a Mumbai. Un arco enorme que se hizo en conmemoración de la visita del rey George V y la reina Mary de Inglaterra a la ciudad, en 1911. Paradójicamente, por el mismo arco salieron las últimas tropas inglesas cuando abandonaron el país después de la independencia de India. Al lado del arco, está el Taj Mahal Palace & Tower, un hotel enorme, que para los que les gustan las curiosidades, durante la guerra mundial, se convirtió en hospital con 600 camas, y que hace unos años fue centro de un ataque terrorista, 11/26 como dicen acá, veintiséis de noviembre de 2008.
Desde el barco parten los barcos rumbo a la Elephanta Caves. El viaje de una hora, ida y vuelta costó algo así como 5 dólares y también a los empujones subimos al barquito. Me sigo preguntando por qué todo se hace a los empujones. Si todos van a subir, y si hay barcos cada quince minutos, ¿cuál es la necesidad? Y todos empujan: hombres, mujeres, jóvenes, viejos, TODOS. Por ahí uno no se siente bien si empuja a una mujer de unos ochenta años, pero cuando la mujer casi lo tira a uno al agua para "ganar" el lugar, uno se pregunta si no debería hacer lo mismo como todos.
Una vez arriba del barco pudimos ver la entrada al arco desde el otro lado. Impactante la vista. Se puede ver la entrada a la ciudad y el hotel de fondo, una foto que es para postal.
El viaje duró un poco más de una hora, y llegamos a la isla. Ahí comimos algunas especialidades locales, como pepino con picante, una hamburguesa vegetariana servida en una prueba de escuela que hacía las veces de servilleta (con las correcciones del profesor y todo) y una especie de turrón dulce pero con un poquito de picante también como para no perder la costumbre. Acá no hay que descuidarse porque hay montones de monos que andan por todos lados, y si uno es lento para comer, puede quedarse lamentando el por qué dejó la comida en la mesa para sacarle fotos a los monos (no es experiencia personal, pero sí vi esta escena cuando estaba comiendo).
Después de subir una escalera larguísima, flanqueada por innumerables negocios de artesanías, llegamos a las cavernas. Unas esculturas talladas en la piedra, de varios metros de alto ya delataban lo que íbamos a encontrar adentro: miles de representaciones de los dioses y las distintas reencarnaciones de éstos en tamaño gigante, esculpidas todas en la montaña. Y al fondo, la parte más importante, un Shiva de tres cabezas (en sus tres facetas, creador, cuidador y destructor) que uno no puede dejar de mirar (y sacarle fotos, por supuesto) y que impacta no sólo por el tamaño si no por la expresión de calma y sabiduría que emana.
Ya a la vuelta, aprovechamos el viaje de regreso para descansar y seguir con el recorrido de la ciudad. Desde la Gate of India, caminamos unas cinco cuadras y llegamos al Prince of Wales Palace (Palacio Príncipe de Gales) que ahora es un museo de arte. Ya con sólo ver el edificio uno se pregunta, ¿estoy en India? ¿o estoy en Londres? Claro, después de que varios autos casi me atropellaron mientras estaba tratando de sacar una foto, recordé en dónde estaba.
Seguí mi recorrido por calles atestadas de negocios callejeros donde venden películas, comida, accesorio para celulares, zapatos y todo lo que uno se pueda imaginar y llegué a la joya de la ciudad: Victoria Station (estación Victoria), la estación de trenes más grande de India que desde 1996 se llama Chhatrapati Station en honor a un guerrero. La construcción es bien inglesa y no alcanzan los ángulos para sacar fotos a todos los detalles que tiene la fachada y que hay también en el interior. Gárgolas, monos, tigres, leones, sumados a los arcos, las ventanas le dan a la estación esta imagen única que, lamentablemente, no muchos de los millones de pasajeros que llegan a ella todos los días observan.
Ya de vuelta regresé bordeando el edificio de la universidad, el reloj y otra construcción magnífica que resultó ser High Court, el palacio de justicia. No vi ningún abogado, es decir, nadie de traje o con pinta de abogado, por eso me sorprendí cuando me dijeron lo que era. Y cuando vi la entrada para los jueces confirmé que era verdad. Igual, aunque no estén trajeados, deben sentirse muy bien por el hecho de tener que trabajar en un lugar medio neogótico, con un aire a la iglesia de los Capuchinos de Córdoba de a ratos. No sé, a mí me encantaría trabajar en un lugar así. (Me pasaría todo el tiempo viendo los detalles de las paredes, por eso, probablemente no sería una buena idea.)
Llegamos a la última escala del recorrido, y ya de noche nos dirigimos a Mannat, Land's End. La casa de Sharukh Khan, probablemente el actor más famoso de Bollywood. Solamente pudimos acceder al muro que da a la calle, pero parece que en la entrada hay una especie de balcón desde donde Sharukh saluda a los fans un ratito antes de salir a la calle. Para los que no lo conocen, acá va una foto de él. La gente acá lo llama King Khan o con la sigla SRK. Sale en infinidad de comerciales en la televisión y las películas donde él aparece ya son un éxito antes de la primera función. Para hacer una comparación un poco con Hollywood, por edad, éxitos logrados y fama, Sharukh vendría a ser un Brad Pitt de oriente.
A pesar de que esperamos un rato afuera no pudimos conseguir el autógrafo buscado y entonces nos fuimos un rato a Marine Drive, la costanera de la ciudad. Muy linda para ver pero imposible bañarse. Parece que el agua está muy contaminada y no quise hacer la prueba, no a esta altura del viaje, con dos meses más por delante. Como ningún local ni siquiera metía los pies en el agua, yo hice igual.
Ahora sí, exhaustos de tanto andar pegamos la vuelta (otra vez en tren lleno de gente y la esposa de Asif abrazándolo y con cara de "¿falta mucho? Decime que la que viene es nuestra parada"), y llegamos también al final del relato. Espero que les haya gustado y perdón por la demora pero a veces hay tanta información y tantos programas simultáneos que es imposible transcribir todo (o quizás me estoy guardando los detalles para cuando salga mi libro... jejeje).
Hasta la próxima y como siempre, gracias por leer y por los comentarios que dejan.
Diego
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